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martes, 18 de febrero de 2014

LA TRADICIÓN DE LOS TOROS EN CATALUÑA...

Un poco de historia...
s. XV d. C. - s. XXI d. C.
Las fiestas protagonizadas por toros y vaquillas en Cataluña tienen una larga tradición, eso es verdad. Su origen, como en otros lugares de la Península, se remonta a la Edad Media y hoy todavía continúan celebrándose en Cataluña, Andalucía, Aragón, Castilla, Navarra o el País Valenciano.
La complejidad simbólica del toro y la especificidad ritual de las fiestas han llevado a los aficionados, los estudiosos y los historiadores y antropólogos a plantear hipótesis muy diversas, algunas más atrevidas y otras más científicas, que remontan los juegos festivos a supuestas celebraciones sagradas del Oriente Próximo y de las Culturas Clásicas del Mediterráneo.

Existe documentación escrita que acredita la larga tradición de las fiestas de los toros y las vaquillas. La primera referencia escrita de un ‘corre de bou’ (hoy se conoce como ‘correbous’ [corrida]) se sitúa en Cardona y data del XV; un siglo más tarde aparecen noticias de fiestas de toros en dos ciudades más: Reus, donde se relaciona con el Carnaval y las fiestas del Corpus y de San Pedro, y Tortosa, celebradas con motivo de una visita real. Las primeras referencias sobre las fiestas de toros de Olot y de Ulldecona ya son del XVII.
A partir del XIX, y durante todo el XX, las referencias a las fiestas de toros y a las corridas de bueyes, toros o toros bravos, son muy abundantes.

Hoy, la gran mayoría de las fiestas de toros, que se han mantenido a lo largo de los siglos de manera tradicional, se concentran en el sur de Cataluña, concretamente en las comarcas del Baix Ebre y el Montsià, pero también las hay en la Terra Alta y en otros lugares como Cardona y Olot. Antiguamente, sin embargo, también se celebraban fiestas con bueyes y corridas en muchos otros pueblos y ciudades de la Cataluña Vieja y de la Cataluña del Norte.

Las Tierras del Ebro concentran las seis únicas ganaderías de toros (llamados bravos, para su beneficio) existentes en Cataluña. La tradición es antigua y hace siglos que está documentada en los archivos históricos del territorio. Sin duda, la cría de estos animales ha sido una importante base ganadera, que ha aportado animales a las fiestas populares.

Estos ganaderos han fundado, recientemente, la Associació de Vaquibraus de las Tierras del Ebro. Esta asociación y la Associació per a la Defensa de la Tradició i Cultura dels Bous a les Terres de l’Ebre, también creada hace poco, encabezan en el territorio la defensa de la fiesta y de sus contenidos. Una y otra asociación organizan charlas, exposiciones y sorteos y, junto con diversos ayuntamientos del Baix Ebre y del Montsià, las Jornadas Populares del ‘Correbous’ en las Tierras del Ebro. 

En las fiestas tradicionales catalanas con toros, también conocidas como ‘correbous’, los animales son soltados, exhibidos, conducidos, corridos o toreados, popularmente.
Antiguamente, las modalidades tradicionales de toros en la calle y de corridas coexistían. No obstante, a partir del siglo XVII la corrida, fomentada por los monarcas borbones, que intentaban suprimir las corridas y los juegos en la calle, evolucionó como fiesta con reglamento y símbolos propios. En la ‘lidia’, la actuación de la gente estaba más controlada; también se la llamaba corrida de toros ‘a la castellana’.
Hasta el XIX, las fiestas populares y las corridas no estaban contrapuestas. La diferenciación entre unos y otros juegos taurinos muchas veces sólo la establecía el marco físico donde se celebraban.
Esta costumbre de mezclar corrida y ‘correbou’ en un mismo espectáculo, tal como todavía se hace en Cardona y en cierta manera en Olot, fue un hecho habitual en muchas de las plazas de toros existentes en Cataluña en el siglo XIX, por ejemplo Barcelona, Cardona, Figueres, Manlleu, Olot o Tortosa. En la plaza de toros de Gandesa, que no era una plaza fija construida de obra como las anteriores, sino que se construía en cada ocasión utilizando carros aportados por los mismos vecinos, se celebraron estos espectáculos mixtos hasta los primeros años del XX.
En Cardona, donde la tradición de las fiestas de toros tiene más de 500 años, la fiesta combinaba la doble tradición: por un lado la corrida (que finaliza con la muerte pública del animal), ahora prohibida en Cataluña, y por el otro, el juego festivo con el toro, con la famosa ‘sort de la caragolera’ [suerte de la caracolera]. En Olot, los animales eran toreados, como en cualquier otra plaza de toros, si bien en un ambiente mucho más festivo: un matador y sus subalternos toreaban uno por uno los animales; como en el caso de Cardona, iban preparados con el traje de campo, y no con el traje de luces, como es habitual en las corridas.
En Olot, la tradición festiva de los toros se mezcla con otros aspectos de la cultura popular como los juegos, las leyendas o la religión popular: la tradición del encuentro de la imagen de la Virgen del Tura, cuyo nombre es ya bastante significativo, muestra este arraigo en la ciudad. Olot conserva, además, una de las plazas de toros permanentes más antigua de Cataluña. En la capital de la Garrotxa ya se hacían toros de cuerda en la plaza en el XVII; en 1984, los olotenses recuperaron la fiesta, tal como se conoce hoy.
En la Cataluña del Norte, todavía hoy, se celebran corridas de toros (de ‘taureaus’) en cuatro ciudades: Bourg-Madame, Céret, Collioure y Millas, organizadas por las siguientes entidades: el Club Taurin de Cerdagne, la A.D.A.C. Association des Aficionados de Céret y el Syndicat d’Initiative de Millas. En Perpiñán se hicieron manifestaciones taurinas hasta la década de los años 50 del siglo pasado.

En las Tierras del Ebro, donde los animales nunca son sacrificados en público, entre los meses de mayo y octubre, veintiséis núcleos de población incluyen fiestas tradicionales con toros, en un total de cuarenta y seis fiestas mayores. Aquí, las modalidades tradicionales de fiestas de toros son: los toros en la plaza, los toros en la calle, toros a la mar, el toro ‘capllaçat’, que consiste en hacer correr por la calle al toro con una cuerda gruesa ligada en los cuernos, y el toro embolado, que se celebra por la noche, con dos bolas de fuego sujetas a los cuernos. Recientemente se han sumado las exhibiciones de habilidad. Una de estas exhibiciones son los ‘retalladors’, que concursan para poner el mayor número de anillas posible en los cuernos del animal en un tiempo previamente determinado.

Estas modalidades, en las que el enfrentamiento con el animal no es colectivo sino individual y en principio no deberia haber ningun tipo de contacto entre la gente y el animal. Es una fiesta que cada año se rodea de polémica. Aficionados y asociaciones protectoras de animales discrepan, ya que las segundas opinan que es una costumbre antigua que hay que superar, tanto a nivel personal como a nivel colectivo.

La aprobación por parte del Parlamento de Cataluña de la Ley 3/1988, de 4 de marzo, de protección de los animales, y las posteriores Resoluciones de 7 de junio de 1988 y de 12 de mayo de 1989, sobre espectáculos y fiestas tradicionales con toros (‘correbous’), que regulan las fiestas de toros sin muerte del animal, iniciaron este debate público sobre la moralidad de la fiesta y la polémica, sobre la aceptación o no de este tipo de manifestaciones populares.

En las Tierras del Ebro la organización de las fiestas tradicionales con toros y terneras (debe seguir) las recomendaciones derivadas del ‘Manual de buenas prácticas’, impulsado, desde 2005, por la Delegación del Gobierno de la Generalidad en las Tierras del Ebro, en el cual están implicados los organizadores de la fiesta (ayuntamientos y peñas) y el colegio de veterinarios.
La aplicación del ‘Manual de buenas prácticas’ ha ido reduciendo sustancialmente los minutos de duración del toro ‘capllaçat’ y del toro embolado, para medir el cansancio de los animales, y ha mejorado diferentes aspectos de la fiesta: los administrativos, los sanitarios, la seguridad de las personas, el comportamiento del público, de los participantes o de los vecinos, y también el trato y el respeto hacia los animales.
La duración del toro embolado se ha ido reduciendo, pasando de los 22 minutos, en 2005, a los 20 minutos por término medio, en 2008; los 60 minutos iniciales recomendados para el toro ‘capllaçat’ se han reducido de los 40 minutos, el año 2005, a los 29 minutos por término medio de las celebraciones del año 2008.

La Ley 22/2003, de 4 julio, de protección de los animales prohíbe explícitamente inferir daños a los animales durante las fiestas.

Fuente: www.gencat.cat 

"Ninguna tradición justifica la perpetuación de la violencia y la tortura, incluso la actividad artística está sujeta a valores morales y éticos. No existe una clasificación de las Bellas Artes que considere a la tauromaquia como actividad artística. La UNESCO sostiene que ninguna tradición o festividad que tenga asociado el maltrato o la muerte de animales ha sido inscrita en como Bien Tangible del Patrimonio de la Humanidad."




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